Fracasó el fracaso

Por qué si la mayoría de los diccionarios de la lengua española definen fracaso apenas como «falta de éxito o resultado adverso», a varios nos resulta no negociable la utilización de ese término en crónicas periodísticas o en sus títulos, en temas relacionados al deporte y especialmente al fútbol. Quizás debería ser más sencillo entenderlo desde ese lugar y no desde la sentencia que muchos le otorgan al calificar así un resultado negativo, un campeonato no logrado o el proceso de un entrenador al mando de un equipo, por ejemplo. Algo parecido nos pasa con la palabra batalla, que es utilizada hasta el cansancio para reflejar lo que se viene (entre Boca y River, por ejemplo, el superclásico del fútbol argentino con tres episodios en 10 días) pero también lo que pasó una vez consumado el partido. Por qué será… Si hasta esos mismos diccionarios entienden batalla como enfrentamiento violento entre muchas personas, o entre ejércitos. Pero también: «enfrentarse a un problema con el fin de conseguir un objetivo».

Cuando se acercan esos grandes encuentros de fútbol quedan sobre los escritorios de los periodistas esas dos palabras tan contundentes como vacías del contenido real. Seguramente ricas en el significado que cada sujeto le quiera dar si las incorpora. Y no se puede alegar ni distracción ni obediencia debida por su utilización en una crónica, análisis y consecuentes títulos periodísticos. La explicación (excusa) más a mano y  frecuente es que «se usa», que está dentro del nuevo diccionario del deporte y más todavía, del fútbol; y que el hincha lo tiene internalizado y cuando la utiliza en una acalorada discusión no piensa en lo que dice. El hincha, o el simpatizante decíamos, pero podemos hablar del periodista que la incluye o el editor que la avala o redobla la apuesta al titular con ellas. Tal vez si pensamos en hinchas y en periodistas terminamos observándolos en un mismo plano en muchos casos, hermanados por una especie de sinergia de la pasión-exitación. Porque la cultura del aguante y de la «popu» confundió los conceptos hasta mimetizar a los personajes y mezclar los roles. Lo que nos parece menos correcto aún es que el idioma o el mensaje sea el mismo. Y parece que en muchos casos lo es. Sería algo así como: no quiero decir lo que estoy diciendo sino lo que la palabra quiere decir, según la definición técnica del diccionario. ¿Alguien puede creer que los hinchas piensan eso antes o después de calificar de fracaso el proceso tras la batalla? ¿Alguien puede creer que muchos periodistas no piensan en lo que piensa el hincha y casi desde el mismo lugar?

Nos resulta muy difícil definir en esta historia quién es el huevo y quién la gallina. Imaginamos que en el fútbol, con su excesiva carga de pasión visible e invisible, debe haber habido siempre una mimetización activa entre muchos habitantes de la tribuna y muchos del oráculo. Aunque es casi seguro que los hinchas no fueron quienes se acercaron a los analistas, y se desarrollaron con sus cosas buenas y sus malformaciones con el avance de los tiempos. Es más factible que todo esto haya sido producto de un acercamiento de los comunicadores deportivos a la jerga tribunera, de forma tan proporcional a lo debe haber sido su alejamiento en la búsqueda del mejor análisis, de contar el juego pero también la fiesta (si es que hay, ya que sin hinchas visitantes en la Argentina la pasión en la cancha tiene registro de monólogo).

En las tribunas hay cantos xenófobos, racistas, y en tantos casos de muchos que no piensan o sienten lo que cantan. Eso no los exculpa, apenas atenúa su culpa. También hay demasiados cantos que incluyen una amenaza afortunadamente no cumplida: «los vamos a matar». ¿Para qué entonces usar la palabra batalla desde donde se debería moderar el tono? Se dirá: es apenas una expresión. Bueno, sigamos expresándonos entonces.

En las canchas conviven los que no han logrado el éxito según las reglas escritas, y no escritas, de una sociedad con varas tan injustas para medir como altas para acceder a otro escalón. ¿A quién se le ocurriría hablar de ejército de fracasados que han perdido la batalla? Por qué hacerlo entonces con los futbolistas o con el equipo que integran. Hubo un River que estuvo 18 años sin salir campeón (festejó en 1957 y recién volvió a hacerlo en 1975) pero no perdió el estilo River y discutió los torneos todos esos años. Hubo un Boca que dirigió Rogelio Domínguez entre 1973 y 1975 que jugaba un fenómeno, pero no salió campeón. Si vamos afuera de las fronteras el mejor ejemplo del lamentable uso de la palabra fracaso debería ser el de Holanda 1974 (revolucionó al fútbol desde el juego, pero cayó en la final del Mundial ante Alemania). Paradojicamente, la misma palabra se utilizó en el proceso de la Selección Argentina en el Mundial de Suecia 1958 (ahí se exageró también con la palabra desastre, la misma que los medios y la gente aplica para terremotos o tsunamis con muertos y más muertos). Fracaso se leyó y escucho tras la no clasificación de Argentina al Mundial de México 70 (debía ganarle a Perú en la Bombonera en eliminatorias y empató 2 a 2). ¿No se analizó que tanto en 1958 como en 1969 se dio la consecuencia lógica de acuerdo a los procesos previos? Ocurrió lo que debía ocurrir aunque no se lo quisiera ver. Claros ejemplos de que el fracaso no está en el resultado sino en haber fallado tan notoriamente en lo previo y en tropezar una y otra vez con la misma piedra. La famosa historia de la causa y el efecto. Pero para algunos hinchas y periodistas es más cómodo calificar y adjetivar ante el resultado, que analizar lo previo, advertir y hasta cuestionar.

En realidad no importa qué pasó y cómo pasó, aunque los periodistas deberíamos poner algunas cosas en su lugar. La palabra fracaso está muy ligada al deporte y al fútbol, especialmente. Tanto como la palabra batalla. Y aunque cada una signifiquen otras cosas están puestas ahí para que suenen como suenan, tan duras como vacías de verdades en sus significados específicos para estos temas.

Tal vez es tiempo de empezar a dar batalla para que se entienda que no alcanzar un supuesto éxito, es sólo abrir una puerta para intentarlo otra vez…